martes, 19 de junio de 2012

Un día como hoy


Un día como hoy, 1712

Suenan tambores litúrgicos que marcan el paso de las condenadas. El itinerario hasta el punto final de la hoguera está ya marcado por pivotes humanos que se mueven agresivamente estrechando el paso.

Durante años ha sido perseguido todo aquel que relega de la dogmática propuesta por la iglesia acusándole de hereje, ahora esta ha buscado un nuevo objetivo, las brujas.

Ellas, custodias  de sabiduría y tradiciones ancestrales que se materializan mediante  el uso de ciertas hierbas con finalidades curativas, resuelven problemas del pueblo, que ha dejado de hacer consultas  al  sacerdote, quien no les daba más solución que la resignación de que eso debía ser así. Esto ha minado la idea de que la iglesia es la única y verdadera  mediadora entre los hombres y Dios.

Así que, mediante la manipulación propagandística, la Iglesia ha equiparado a las brujas con el demonio y ha creado una nueva institución llamada Inquisición que se dedica a la quema masiva de estas ciudadanas.

La superstición ha hecho que se desatase una brutal persecución contra las brujas, acusadas de ejercer la magia y la brujería por sus conciudadanos.  Se ha producido  un efecto psicológico, producido por el miedo y la propaganda, que obliga a los ciudadanos a estar en uno u otro bando.

Ya ha empezado a prender la hierba y la madera que conforman la pira fúnebre de las réprobas, sus alaridos van en aumento al ritmo que su carne se va abrasando. Mientras tanto, observo como el pueblo brama desencajado  injurias y escarnio,  personas comunes que sumidas en el desconocimiento, las tradiciones, y la presión religiosa han sido convencidas de la capacidad de las brujas de realizar actos satánicos. En ningún momento sienten que están haciendo algo malo al condenarlas  a la hoguera y en ningún caso se sienten manipulados y apartados de la realidad subyacente.
                                                                                                                                  
Un día como hoy, 2012

Suenan tambores litúrgicos que marcan el paso de los manifestantes. El itinerario hasta el punto final del recorrido está ya marcado por pivotes humanos que se mueven agresivamente estrechando el paso.

Durante años ha sido perseguido todo aquel que relega de la dogmática propuesta por el gobierno acusándole de antisistema, ahora este ha buscado un nuevo objetivo, el 15 M.

Ellos, custodios  de sabiduría y datos públicos que se materializan mediante  el uso de la difusión de dichos datos, resuelven problemas del pueblo, que ha dejado de hacer consultas  al  gobierno, quien no les daba más solución que la resignación de que eso debía ser así. Esto ha minado la idea de que el gobierno es el único y verdadero mediador entre los ciudadanos y la ley.

Así que, mediante la manipulación propagandística, el gobierno ha equiparado a los manifestantes  con los terroristas  y ha creado una nueva institución llamada Ley Anti Manifestaciones que se dedica a la detención masiva de estos ciudadanos.

La superstición ha hecho que se desatase una brutal persecución contra los manifestantes, acusados de ejercer resistencia y terrorismo por sus conciudadanos.  Se ha producido  un efecto psicológico, producido por el miedo y la propaganda, que obliga a los ciudadanos a estar en uno u otro bando.

Ya ha empezado a prender la brecha y el miedo que conforma  el ímpetu de los réprobos, sus aclamaciones van en aumento al ritmo que su indignación va creciendo. Mientras tanto, observo como el pueblo brama desencajado  injurias y escarnio,  personas comunes que sumidas en el desconocimiento, las tradiciones, y la presión mediática han sido convencidas de la capacidad de los manifestantes  de realizar actos vandálicos. En ningún momento sienten que están haciendo algo malo al condenarlos  a la cárcel y en ningún caso se sienten manipulados y apartados de la realidad subyacente.




viernes, 27 de abril de 2012

Pensamientos sobre “Levedad”

 

Leyendo el artículo de Manuel Vicent en su columna, uno se cuestiona si la magia de la creatividad, de la reflexión y de las emociones está desapareciendo. A estas alturas de nuestra civilización se han dado muchas respuestas de quiénes  y cómo somos. La mayoría las desvela la ciencia que se ha proclamado la única que dispone de un método científico cuya significado etimológico es camino a seguir hacia el conocimiento.

Sin embargo no existe una única manera de caminar ni tampoco se da una exclusiva forma de conocimiento. Puede que la neurología haya asesinado el alma transformándola en pensamiento y encerrándola en el cerebro. Y aunque ello desvele una parte de lo que somos no explica la necesidad creadora y emocional que requerimos, aquello que nos hace vibrar y sentirnos vivos, aquello sin lo cual nos hallamos vacíos.

 Y ese desierto de desencanto y desaliento se extiende por lo que los antiguos sabios llamaban psique. Estos vacuos sentimientos nos dominan y suprimen emociones como la ilusión que provocan los sueños y la creencia en ellos, aquello que nos arrastra a la pasión de la vida. Aquello que nos hace creadores y que de lo que ahora carecemos.

Este punto de la historia del ser humano se diferencia no sólo porque se observa miedo, avaricia, inseguridad e ignorancia sino porque también la vacuidad se ha extendido por nuestras emociones. Ese vacío no es debido a lo que la ciencia ha mostrado qué somos y cómo funcionamos sino al hecho de que hemos abandonado los sueños, la reflexión, la creatividad y la expresión, como muestra Vicent.

En esta situación de desgarro existencial más que nunca debemos reunirnos para discurrir y germinar aquello que otros antecesores ya hicieron crecer. Es el momento de plasmar desde las diferentes formas de conocimiento la amargura de la situación y proponer soluciones expresadas a través de las diferentes ramas del humanismo y de intentar asentar unas bases.

Tal vez así se pueda llegar a esa parte que la ciencia y el reduccionismo son incapaces de llenar y, producir, así, el cambio histórico que el pensamiento y la cultura han llevado a cabo mediante la expresión hecha realidad por la mano de quienes han escrito, hablado, pensado, en definitiva se comunicado. Es la hora de que aparezcan esos grandes pensadores.